Como todo discípulo misionero que está llamado a transformarse en testigo de Jesucristo. Sabiendo que, de su forma de vida y de
sus acciones, depende que otros encuentren el camino hacia Dios y puedan vivir un encuentro personal con el Salvador.
Al testigo "se le nota" el cambio de vida y todo lo que el proceso de conversión ha hecho en él, incluso, ese cambio ha provocado
que, mientras más conoce a Jesucristo, más quiere saber de Él y de sus enseñanzas, por eso quien es testigo
entra en una formación constante y permanente que abarca todas las áreas de su vida: humana, espiritual, intelectual, pastoral,
comunitaria y misionera. Su meta es la configuración con Jesucristo, mientras avanza por el mundo sin pertenecer al mundo, con los
pies en la tierra y el corazón en el cielo; caminando en sinodalidad y sembrando comunión y esperanza pues, está convencido de que
esa es la manera de seguir dando testimonio de unidad para que el mundo pueda creer.
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